Entrevista a Sebastián .Otero, a propósito del EP "Cantando al oscurecer: Anjelamaría Dávila en canción"
El pasado mes de abril, Sebastián .Otero (San Juan, 1996) lanzó su primer EP dedicado al trabajo de la poeta Anjelamaría Dávila. Previo a este proyecto, Sebastián .Otero ya contaba con varios sencillos en los que se anuncia una misma pasión por la mezcla de géneros musicales y el componente lírico de sus canciones. “Como los gatos en la calle” (2017), por ejemplo, es la crónica de un amor ausente cuya memoria no da tregua. Lenta, rápida y, luego pausada, la canción se desplaza entre el jazz, el neo-soul y el rap, dándole forma a las vicisitudes de un amor joven con la soltura de un músico experimentado. Si el amor supone una constante en el repertorio de Sebastián .Otero, lo es también el tópico del ir-y-venir que ha tomado un renovado vuelo en el imaginario puertorriqueño de años recientes. “El viejo de San Juan” (2016) –tema que figuró en el disco del especial navideño del Banco Popular, Puerto Rico para el mundo– se concentra en la experiencia diaspórica puertorriqueña con un tacto que pocas veces prevalece en el discurso público. Esto es, sin juicios patrióticos, y con todo, sin temor a decir la palabra “país” amorosamente.
Dada esta conjunción entre amor romántico y amor nacional, no sorprende que este año Sebastián .Otero haya emprendido la tarea de musicalizar a Anjelamaría Dávila, una poeta cuyo horizonte de escritura también suele ser bipartito. Desde Homenaje al ombligo (1966), Animal fiero y tierno (1977), hasta La querencia (2006), amor y país se intercambian cual símiles de una misma disquisición. Resignificar los afectos es también reimaginar una comunidad política fuera de la colonia y sus relaciones.
Disponible en todas las plataformas digitales, Cantando al oscurecer: Anjelamaría Dávila en canción, consta de tres canciones basadas en tres poemas del libro publicado póstumamente, La querencia (2006). Con “Glosas de la paloma (I)”, “No vuelvas”, “Epítetos ¿injuriantes? en estricto orden alfabético”, el EP articula un deseo: reclamar una versión de la obra de Dávila que tome la canción como principio de interpretación. Esto es decir que el proyecto de Sebastián .Otero lee menos de lo que escucha, pues imagina cómo podría significar un texto cuando se pone a circular en el timbre de otra voz, en la circunstancia de otro cuerpo.
En lo que dura el EP de diez minutos, los versos de Anjelamaría permanecen intactos. Cuando se canta, se canta citando. La labor del escucha principia cuando los músicos Gabriel Schillinger-Hyman, Johnny Page, Jeremy Castillo, Yale Friend, Andrew Javens, Zack Pockrose, Grant Meyer, Josh Davidoff y Peter Enriquez se amarran a sus instrumentos y, el cantante y compositor, Sebastián Otero, entona una letra cuya naturaleza— sospechamos—no es del todo suya:
cuando niña, cuando oía
hablar de cosas oscuras
no preguntaba mis dudas
temiendo a lo que decían.
entonces, yo no tenía
más, que el cuerpo que se asoma,
la chispa azul que desova
la vida con su sospecha:
el aire dijo —tristeza,
¡Qué triste es una paloma!
“Glosas de la paloma (I)”, el primer tema del EP, adelanta cómo los textos de Dávila se acoplan como un saludo cordial a los arreglos de Sebastián .Otero, incluso a pesar del aparente desarreglo entre los géneros de la poeta y el cantante, el poema y la canción. En “Glosas de la paloma (I)”, la décima del poema deviene un reggae lento y aletargado, como si una dura certidumbre le pesara. Aparte del alelolai jíbaro que abre la canción—un guiño lúdico que señala justamente la ruta formal que la música no seguirá—la versión de Sebastián .Otero se alinea con otra serie de músicos contemporáneos (pensemos en la colaboración reciente entre MIMA e International Dub Ambassadors), que miran al pasado desde el presente, como principal condición de futuro. En el caso de Sebastián .Otero, la obra de Dávila adquiere un futuro más en el instante en que canta “más triste es una mujer” con un reggae denso al fondo (“Glosas de la paloma [I]”), o lleva al bolero un poema en prosa sobre una mujer ávida de amor sin coros ni parasiempres (“No vuelvas”), o convierte el poema archiconocido, “Epítetos ¿injuriantes? en estricto orden alfabético”, en una denuncia que oscila entre la cólera del rock pesado y la labia de una bachata.
En mayo, a varias semanas de que Sebastián se graduase de su bachillerato en Brown University, Claudia Becerra (The Puerto Rico Review) se sentó con el cantante para hablar, entre varios asuntos, sobre su relación con la poesía, el proceso de gestación de Cantando al oscurecer y las dificultades de habitar una voz (poética y autorial) sin apropiarse de su diferencia. Por cuestión de espacio, dejamos a los lectores con una transcripción editada de la conversación y los invitamos a conocer a un músico joven cuyo mejor trabajo todavía comienza. Pueden encontrar su música en Spotify.
CB: ¿Cuál es tu relación con la poesía y, más aún, con la poesía puertorriqueña?
SO: Desde bien pequeñito, yo estuve expuesto a la música y a la poesía de manera conjunta. Me crié escuchando a cantautores, a Silvio Rodríguez, por ejemplo, que tienen un alto nivel poético, así que siempre asocié la música con algo que mezcla muy bien con la poesía, y que no resultan contradictorias. Con la poesía puertorriqueña, leer a Palés Matos en la escuela elemental fue importante, pues para mi propio proyecto yo también busco un tipo de contenido que sea poético. Hubo varios cursos de español en la escuela superior en los que había que disectar los poemas, criticarlos y buscar los recursos poéticos. A partir de ahí, hasta cierto punto, han habido veces en que mientras escribo una canción, aparece otro yo analizando mi texto de esa manera. Cuando estoy escribiendo, pienso, “ah, wow, mira lo que hice aquí”, aunque a la misma vez trato de encerrar a esa persona para escribir primero y luego criticarme.
CB: En Puerto Rico existe una rica tradición de poesía musicalizada. Roy Brown, Zoraida Santiago, Lucecita Benítez y, más recientemente, MIMA, han asumido la ardua tarea de trasladar textos (de Luis Palés Matos, Julia de Burgos, Clemente Soto Vélez, Juan Antonio Corretjer, entre otros) al ámbito de la canción. Tú has elegido a Anjelamaría Dávila, ¿por qué?
SO: Conozco a Ánjela a través del curso de Julio [Ortega] y tuyo. O sea, por ti conozco a Ánjela, digamos. Me disfruté muchísimo ese poemario, Homenaje al ombligo. Luego, mi papá me leyó “epítetos ¿injuriantes? en estricto orden alfabético”, no sé por qué, pero estábamos hablando de ese poema, y me presentó a esta otra Anjelamaría. Cuando me lee ese poema, me pregunté rápidamente “¿cómo sonaría esto en canción?”. Eso se quedó en mi cabeza. Como tenía que preparar una tesis para la universidad y estaba pensando qué podía hacer que uniera o reuniera mi pasión por la música y la letra, mis inquietudes de etnomusicología y del Caribe, me di cuenta que, en mi caso, yo no llegué a conocer a Anjelamaría Dávila hasta el 2017 en Brown, en Providence. Me pregunté ¿qué pasa o qué pasó en Puerto Rico que mi generación no conoce la obra de esta poeta? Me parece una obra increíble que debe ser reconocida, discutirse, hablarse.
Más o menos fue ese planteamiento: cómo puedo servir de vehículo para que gente como yo conozca su trabajo y se interese por su obra.
CB: ¿Entonces consideras la canción un mejor medio de diseminación que el propio libro?
SO: Full. Yo creo que la música está mucho más democratizada, es mucho más accesible. Y todo el mundo escucha música, no todo el mundo lee. Busco en mis canciones incitar un interés por la obra de Ánjela.
CB: ¿Puedes hablarme un poco sobre el proceso de selección de los 3 poemas que musicalizaste para este EP? ¿Hubo algún criterio de selección específico?
SO: Yo empecé a leer el Cuaderno de poesía del 2016 del Instituto de Cultura Puertorriqueña, que es el que tiene los grabados. Era un compendio de distintos poemarios. Me detuve en “Glosas de la paloma (I)” y ese poema específicamente me pareció muy interesante por la pertinencia que tiene hoy en día. Con ese último verso “exigiéndome morir prefiero / seguir andando de noche sola”, pensé rápido en Ivania [Zayas Ortiz] y en toda la lucha de mujeres y de feministas (que no son solo mujeres). Ahí me pregunté: si tengo un poema en décimas en el que se está proponiendo un contenido que se distancia de todas las décimas que se han escrito hasta el momento, ¿de qué manera yo puedo establecer algún tipo de diálogo con el texto y tratarlo de una manera que no sea convencional?
“No vuelvas”, el segundo poema, llegué a él leyendo La querencia. Me detuve en él por el hecho de que es un poema en prosa. Articular una canción basándose en un párrafo me parecía un súper reto y algo que quería hacer. Me propuse ver cómo podía convertir ese párrafo en una canción.
CB: En tu EP, te mueves con mucha soltura entre una diversidad de géneros musicales, tales como el reggae, el bolero, el funk, el rap, el rock pesado, entre otros. ¿A qué se debe esta apuesta formal basada en la mezcla? ¿Hay algún vínculo con el propio proyecto de La querencia que se desplaza entre la décima, el romance, el verso libre, la epístola, el coloquio, por mencionar algunos?
SO: Creo que de la misma manera en que Ánjela en una entrevista dice que siempre tiene muy consciente el componente transnacional de sus poemas, yo quise escoger géneros que tuvieran alguna conexión transcolonial. Busqué géneros que fueran reconocidos por o que se prestasen para cuestionamientos políticos y sociales, usualmente desarrollados por los sectores marginados. Por eso la selección de muchos de estos géneros. Igualmente, yo en mi propuesta musical hago muchas fusiones, me encanta ser impredecible, no me caso con ningún género en particular, algo que creo compartir con Ánjela. En los tres poemas que seleccioné, hay tres maneras de escribir muy diferentes. Por eso quería hacer una pequeña muestra de lo que es su trabajo. Conscientemente no quería establecer un diálogo directo con el poemario entero, pero creo que por los poemas que escogí de La querencia, que pertenecen a distintas “moradas”, y que tienen estructuras poéticas tan diferentes, sí se pudiera pensar que hay un diálogo. Quizá no es totalmente directo o consciente, pero ahí está.
CB: La querencia (2006), el tercer y último poemario de Anjelamaría Dávila, es un libro desenfadadamente “femenino”. Desde su dedicatoria en “envío”, dirigida “a las mujeres / que viven el amor con la hembría de la hembra de su especie / bestia pensante, brava, solidaria y esquisita” (9), el poemario anuncia su interés por desarrollar un discurso lírico que tome en cuenta la experiencia situada de un cuerpo femenino. ¿Cómo se te dio el proceso de habitar la “hembría” de estas voces de La querencia? ¿Hubo alguna reticencia de tu parte?
SO: Sí, y todavía me pregunto si lo hice bien. Yo creo que traté de acercarme con el mayor respeto posible a su trabajo y, al ser una persona tan diferente a mí, traté de buscar qué cosas nos unen o qué cosas compartimos fuera de ideologías políticas y visiones de país. Este año yo también he entrado en un proceso personal-reflexivo que me ha llevado a relucir un poco más mi lado femenino. Creo que de cierta manera, eso entró a colación en el trabajo. Por otro lado, me gustaría que estas canciones fueran cantadas por la nieta de Anjelamaría Dávila, por ejemplo, por Mariana [Lima], pero igual siento que mi función ahora mismo es más que nada, permitir que a través de mi voz ella [Anjelamaría] continúe hablando. Mi proyecto busca reinsertar su poesía en el Puerto Rico de hoy, y si nadie lo ha hecho hasta ahora, pues por qué yo no.
CB: La última pregunta te la hago, sobre todo, pensando en una de las canciones más recientes de MIMA, “Dos amores”, cuya composición juega con el género de la décima. desde un aire cuir. ¿Piensas que tus musicalizaciones de Ánjela podrían interpretarse en relación a semejante juego con la tradición? Es decir, ¿podríamos hablar de alguna suerte de travestismo en tus canciones en tanto una voz que identificamos como “masculina” habita las moradas “femeninas” de La querencia?
SO: El juego con la tradición, definitivamente, con “Glosas de la paloma (I)”. Siento que la estructura de la décima da espacio para interpretarla de bastantes maneras. Escogí el reggae casi instantáneamente, pensando en la melodía del seis celinés, le bajé el tempo y sentí que cuadraba muy bien. Igual, por ejemplo, la décima me gustaría rapearla, creo que eso sería interesante. Pero volviendo a la pregunta anterior, en mi caso, en parte se trata de reconocer cierto lado femenino que poco a poco estoy dando a relucir, comenzar a sentirme más cómodo con eso. El proyecto me brindó un espacio para pensar en mi identidad y en dónde estoy parado.
CB: Este proyecto forma parte de tu tesis subgraduada en Brown University. ¿Cuál fue tu experiencia trabajando sobre una poeta escasamente conocida fuera de Puerto Rico?
SO: Yo no diría escasamente conocida fuera de Puerto Rico, sino en Puerto Rico también. Yo creo que me dio la oportunidad de poder acercarme con los menos prejuicios posibles al trabajo de Ánjela. Buscar y buscar referencias de cómo han analizado su obra y no encontrar mucho, me dio la libertad de llevar a cabo mi propio análisis. Trabajar a una poeta que ni mi primera lectora ni mi segundo lector de tesis conocían, se sintió bien tener una conversación en la que ellos también descubrían algo. En principio, el trabajo de tesis iba a tomar poemas de Virgilio Piñera, del reverendo Pedro Pietri y de Ánjela. Después sentí que Virgilio no encajaba tanto y lo saqué. Me quedé con Pietri y con Ánjela. Luego seguí trabajando mucho más a Ánjela y quedé convencido de que trabajar con ella era más que suficiente.
CB: ¿Qué es lo próximo? ¿Ves el EP como germen de un proyecto mayor?
Esto fue un ejercicio creativo que tuve que hacer durante el ínterin de mi último año, cuando lograba sacar tiempo y espacio entre las clases. Por eso tan pocas canciones. En ese sentido, me parece insuficiente porque me quedé con las ganas de musicalizar más poemas. Así que definitivamente voy a continuar musicalizando poemas, ya sean de Ánjela o de Pedro Pietri. No sé hasta cuándo lo siga haciendo, pero me encantó acercarme a un texto que no es mío ya que usualmente todo lo que canto lo escribo yo. Hacer negociaciones con un texto que no es mío y ver cómo piensa esta persona, qué quiso decir y disectarlo me parece un ejercicio importante. Me apasiona, disfruto mucho ese proceso. Por otro lado, quiero trabajar con Mariana Lima, hacer estas musicalizaciones de Ánjela con ella y tocar estas canciones en vivo con la Ponina en Puerto Rico. Es algo que quiero hacer ya, lo antes posible.
CB: ¿Qué esperas de tu regreso a Puerto Rico? ¿Qué significa para ti regresar a la isla en el presente contexto de crisis?
Cada vez que le digo a la gente de la isla que regreso todos me dicen “coño, qué bueno Sebastián que regresas, haces falta”. Entiendo de dónde vienen, pero igualmente siento que me imponen una responsabilidad que no quiero tener: la responsabilidad de vivir afuera, volver, y ahora uno tiene que hacer “algo”, no por mí, sino por el país. Desde pequeño me han enseñado que hay que estar muy pendiente de los alrededores para transformarlos. Pienso que lo hago desde la música y otros espacios. Pero me preocupa un poco cómo voy a bregar con las imposiciones de lo que espera la gente de mí. A mi regreso, espero dedicarle todo el tiempo posible a la música y tratar de desarrollar mis proyectos musicales, sin que me consuma. Creo que cuando deje de disfrutármelo, paro.